ARECES, MARTA
No recuerdo cómo había sido la noche, me imagino
que parecida a las últimas y a las pocas que nos
quedaban. Aunque cansada, me levanté con cierta
ilusión, tal vez ese podía ser un buen día
Después
de los habituales rituales de aseo y desayuno, Alfredo
me miró muy sereno y me dijo: Vete a comprar un
buen ramo de rosas y un perfume para tu madre.
A lo que contesté: Hombre, Alfredo, digo yo que
con una de las dos cosas será suficiente, ¿no?.
Serio, pero muy tranquilo, me dijo: Haz lo que
te digo, será lo último que le regale. Me llegó de
pronto todo el cansancio, el enfado, la frustración y la
tristeza. Cumplí su encargo tragándome las lágrimas
junto a mis palabras y toda la rabia que sentía. Él se
fue antes de que las flores llegaran a marchitarse.