BAJO MIGUELEZ, JUAN BAUTISTA
Niños, jóvenes y mayores viven una vida pletórica, hecha de alegrías y penas, duro trabajo, pasiones violentas, amores y odios irracionales, rezos y blasfemias. Poco a poco, víctima de la modernidad, el pueblo empieza a languidecer. Los jóvenes, empujados por la necesidad, emigran en busca de un futuro mejor o a corromperse, no nacen niños y los viejos mueren. Y ese pueblo, en otros tiempos rebosante de vida, se ve condenado a ser un pueblo de casas caídas, abandonado. Al atardecer, rodeados de ilusiones rotas, cerramos los ojos y, en silencio, dibujamos rostros, ponemos nombres, lloramos, sonreímos, repasamos la vida y besamos recuerdos de cientos de pueblos donde sólo quedan los gorriones.