GASPAR MOISÉS GÓMEZ
Cuando Gaspar Moisés Gómez sale a cazar su propio fantasma, vuelve con las manos vacías y el corazón cargado de poemas a punto de romper a volar. Él es un hombre de setenta y ocho, que lleva encima una vida dedicada a la escritura. Tiene las manos finas, la piel blanca y los ojos azules de tanta mirada diáfana lanzada sobre esas cosas que preocupan a los hombres de letras: la vida, la muerte, Dios, el amor
Sus versos nos devuelven cada pregunta no con una certeza, sino con la respuesta del ritmo, del lenguaje que nos acerca los unos a los otros, de la música que nos hace humanos, o de las palabras, que siempre son las mismas, pero nunca suenan igual. Con su voz de embriagada poesía hace que los versos sean elásticos, se extiendan para el lector hasta infinitas lecturas, a través de la búsqueda no de inmortalidad, sino de una muerte en la que podamos reconciliarnos con lo que fue nuestra vida.
Texto de Nacho Abad
(Fragmento)
POR nada figurado nos cambiemos.
Empuñando el cetro de nuestro identidad,
Bajemos al infierno, a la locura;
al impreciso don de la belleza.
Ese cerco en donde se encierra
el ojo interior
para infinitas perspectivas.
Reyes del instante, no nos vengan después
el pudo ser o el arrepentimiento.
¡Sentir que somos! ¡Siempre en pura víspera!
Y, desnudos, no poder contemplarnos
si no es por la referencia
del niño aquél que quiere estar unido
a su primer vínculo.