VARIOS AUTORES
Cuando la actividad editorial se ensombrece por la ausencia inesperada de algún autor, es cuando se toma conciencia de la profunda huella dejada tras la materialización de cada proyecto. Por desgracia en estos nueve años de libros y amistad hemos perdido a dos importantísimos referentes para nosotros. Apenas unos días antes del inicio de la pandemia del coronavirus nos dejó Miguel Escanciano, gran poeta y cómplice impenitente. Y ahora se nos va Eloy Rubio Carro al que nos unía, además de una admiración intelectual, una amistad desde aquellas primeras experiencias cinematográfica realizadas por otro ineludible amigo común como es Antonio Martínez Fuertes.
Al finalizar el invierno de 2013 surgió en Astorga un proyecto periodístico que supuso un auténtico florecimiento primaveral para muchos astorganos. Al timón de aquel Astorga Redacción incipiente estaba nuestra querida Toñi Reinares y, a los mandos de su espacio cultural, Eloy fue construyendo progresivamente un territorio de reflexión sin precedentes en la prensa diaria astorgana. Este emocionante proyecto nos reunió de nuevo y estuvimos insuflando ilusión desde bastante antes de que apareciese la primera noticia publicada. Escasamente dos años después iniciamos nuestra andadura editorial en la que el binomio Toñi y Eloy han estado estrechamente vinculados a nosotros desde diferentes perspectivas.
Primero fue La vida la pasar, en 2018, uno de esos libros emblema que hace que la labor editorial merezca la pena. Con este enigmático título, procedente de una canción sefardí (O de bueno o de negro / la vida la pasar), Eloy recoge un total de cincuenta y cuatro poemas de diferentes épocas, la mayor parte de ellos inéditos. Se trataba de su segundo libro tras Pajaroquealanochesederrama, poemario aparecido en 2009, que nos había dejado absortos. De hecho, la admiración hacia la forma de escribir de Eloy venía de muy atrás, cuando leímos por primera vez, muy muy jóvenes, sus textos en el primer número de aquel experimento llamado Hipocausto, allá por 1985. Acogimos, pues, al escritor admirado con la mayor de las ilusiones en nuestro proyecto.
Perteneciente al colectivo secreto de los Ultramarinos, convergió allí con otro puñado de anómalos letraheridos y bibliófagos entre los que han ido surgiendo un buen número de inencontrables publicaciones en las que Eloy dejó su huella. En torno a este colectivo tuvimos la suerte de editar dos antologías de relatos, Cronófagos (2019) y Cuentos de la nueva normalidad (2020).
La relación de Eloy con Marciano Sonoro no ha sido solo la de autor-editores. Poco antes de la salida de su libro iniciamos una de nuestras grandes aventuras editoriales: el libro 25 Años BRIF. Un relato forjado a fuego, un esfuerzo titánico que llevó a cabo Toñi y que Eloy apoyó con tenacidad.
También en 2019, mano a mano, pusimos negro sobre blanco un libro de su tío Esteban, Arriería maragata. Conducción de caudales. Este proyecto nos acercó a la estrecha relación que Eloy tenía con la obra de sus tíos, de los que se había convertido en albacea literario y orgulloso custodio de un rico legado del que aún queda muchísimo material inédito.
Varios de los autores que hemos publicado y que tenemos previsto publicar llegaron a nosotros por recomendación suya. Esto se ha convertido en un aval que nos predispone a la lectura de los manuscritos habiendo pasado un filtro al que nosotros hemos tenido muchísimo respeto.
Como trabajador impenitente y cirujano metódico de la palabra, pensó, reflexionó y escribió acerca de la mayor parte de nuestras publicaciones. Se sumergía en los textos con profundidad y erudición, desde criterios personales, alejado de especulaciones y modas. Eloy desentrañaba sus lecturas siempre desde la sinceridad y la lealtad a sus principios intelectuales.
Muchos le queríamos, como da muestra este librito que el lector tiene en las manos; unos por su carisma introspectivo, otros por mostrar su convencimiento y su denuncia hacia los poderes desde sus textos, en los que sutilmente se reflejaba su fino sentido del humor. Muchos admiramos su actitud pessoana, poniendo en cuestión la idea de autor y obra, con el uso de diversos heterónimos que le servían para comprender mejor el mundo en el que vivía. Algunos fueron recurrentes y con ellos se acercó a los sinsabores de la política local, de la que fue certero forense y de la que salió en más de una ocasión escaldado, como le sucediese, muchos años atrás, al ilustre portugués.
No han sido pocos los que, certeramente, lo han valorado como fotógrafo, y es que, desde muy joven, Eloy empuñó la pluma y la cámara con enorme convicción. Sin duda fue testigo de aquellos experimentos fotográficos que en los años 70 desarrollaron los hermanos Núñez en Astorga y que, de alguna manera, son evocados en sus imágenes con un matiz surrealista y experimental.
Y ahora, el implacable destino, nos deja huérfanos de Eloy. Eran varios los proyectos previstos para después de su jubilación como profesor de filosofía, tanto con el archivo de los Carro Celada como con su propia obra.
Su ausencia no hará otra cosa que no sea fortalecer nuestro vínculo con su proyecto intelectual. Ahora dejaremos que Clara, Lucía y Toñi se recompongan, si es que eso es posible, y, más pronto que tarde, haremos todo lo que esté en nuestras manos por mantener vivo su legado y sacar a la luz mucha de su obra inédita.
Cristina Pimentel y Jesús Palmero