IGLESIAS, INACIU
Ser empresario no es fácil. Tampoco lo es ser fontanero, dentista o abogado, por supuesto. Pero, a diferencia de estos tres colectivos, el empresario tiene que luchar contra una serie de prejuicios y de legislaciones que presuponen que mientras no demuestre lo contrario él es el culpable, el fraudulento, el explotador, el que despide de manera improcedente, el malo de la película y, en definitiva, el que debe demostrar y volver a demostrar su falta de culpabilidad.